LA FAMILIA
No ahondaremos tanto en el tema, de que es la familia, por algo que todos ya conocemos, la idea es enfatizar sobre ciertas situaciones que conllevan a un rompimiento en la unión familiar.
Distintos casos y la forma de aplicar IE en cada uno de ellos.
Debemos entender que todos somos realidades emocionales diferentes, no se concibe el caso en que una parejita sienten enamorarse por el solo hecho de tener o coincidir con todos o la mayoría de los gustos.
Todo hemos sido educados en un entorno familiar totalmente distinto al de todos los grupos. Es por ello que conforme el tiempo pasa se irá descubriendo situaciones de las cuales no estaban preparados y al no saber enfrentarlas, lo que comenzó por una diferencia, termina con una discusión.
Otros de los factores, es que al unirse en matrimonio y planificar la formación de una familia no suelen prevenir en estudios individuales de salud haciendo que muchas veces traigan al mundo niños con distintas clases de discapacidades, si no están preparados, puede ser motivo de frustración familiar.
Trataremos de ver algunos casos o los mas relevantes que llevan a dicha ruptura.
Un punto que va en aumento a pesar de las hostilidades enfrentadas:
LOS QUE MIGRAN A OTRO PAÍS:
La emigración es un fenómeno complejo que provoca desintegración familiar y frustración entre quienes, buscando el sueño americano, no lo encuentran y se enfrentan a la soledad e inseguridad. .
Al hablar de la línea de investigación sobre “Causas de la Emigración”, se afirma que la emigración tiene muchas, pero la fundamental es la económica.
“Ésta impacta en mayor medida a las familias más pobres, que al partir de uno o más de sus miembros, enfrentan una modificación en su forma de vida, sobre todo la desintegración, ya que muchos no regresan”.
Es importante analizar y como aplicaríamos la IE en la personas o miembros de la familia que se, sino también con los que se van.
Y es que, “buscando el sueño americano que les permita encontrar mejores condiciones de vida y recursos económicos para apoyar a su familia, encuentran dificultades para encontrar trabajo bien remunerado o se enfrentan a la explotación por no tener documentos en regla”.
Pero también, dijo, se exponen a los peligros que significa cruzar el Rio Bravo, el desierto y las montañas con temperaturas extremas y en ocasiones hasta el océano; en cada uno de ellos pueden perder la vida.
El mexicano es un hombre de familia y estar lejos le provoca añoranza y soledad; en estas circunstancias le surge la incertidumbre de qué pasará con la esposa y los hijos que dejaron y si al regresar encuentre que ya no tiene cabida en la familia
Estas dudas tienen también los que se quedan, “no son pocos los casos donde el hombre decide formar una familia en Estados Unidos, con el consiguiente problema de que sus ingresos cada vez le alcanzan menos para mantener a dos familias, olvidando finalmente a la que dejaron lejos”.
Finalizó con que analizar la emigración, es hacerlo desde distintas aristas donde pueden intervenir expertos en varias disciplinas, porque lo importante es lograr propuestas que den respuesta a la problemática.
Unos de los motivos en que el hombre toma la actitud de irse tanto del país o de su casa, cuando una de las siguientes líneas se manifiestan frente a su compañera de vida:
El hombre en la casa es rey. Es el que manda y los demás obedecen. ¡Siempre ha sido así!
Con los hijos no hay que dejarse. Hay que aplicar disciplina con mano dura y que aprendan a respetar.
Un buen “tate quieto” sirve mas que las palabras. !Así me criaron a mí!
La mujer es muy blanda. Siempre mimando a los muchachos.
Los consiente todo el tiempo y se mete donde no la llaman.
Me obstina porque los defiende cuando los corrijo y les enseño a obedecer.
Tienes que aprender a comportarse.
Es importante que respeten. ¡Soy su padre!
A la mujer hay que controlarla.
No es malo darle “su pare” cuando comienza con la pelea.
Cuando se me revela o me lleva la contraria, no lo aguanto.
La mujer tiene que obedecer y respetar al marido.
Ella siempre me provoca con sus tonterías.
Si uno se deja, hace lo que quiere y empieza a mandarlo a uno.
Después la gente dice que estoy “sometido” o se preguntan “¡quien lleva los pantalones!” .
Le gusta hacerse la víctima.
Llora, se queja por todo o siempre está de mal humor.
El problema es que no busca oficio.
No es mucho lo que tiene que hacer… Atenderme, tener la ropa limpia, la comida lista a la hora que llegue a casa y atender a los muchachos… ¡No es mucho lo que se le pide!
Soy yo el que trabaja para que no falte lo que se necesita en casa.
Ella solo tiene que atenderme … !Y todavía se queja!
Si… tiene un trabajito por allí, pero eso es para que se entretenga y no moleste.
Pero no es pretexto para que se quiera revelar y no me atienda.
Ella sabe que lo “primero es primero”… tiene que cumplir con sus obligaciones: ¡para eso es la mujer!
Yo le doy lo que se necesita y siempre dice que la plata no alcanza, se queja porque le pregunto en qué gastó o qué compró para que faltara real.
De vez en cuando le doy para sus cosas cuando se porta bien... Por eso le digo que me tiene que tener contento.
Está loca. Llego a casa tarde o algo tomado y ya
está buscando problemas.
Si... es verdad... a veces me paso de tragos... Pero tengo todo el derecho... Para eso trabajo y traigo la plata.
Soy hombre y hay que “pasarla bien” de vez en cuando con los amigos… Tengo todo el derecho. Pero ella se queja y no se por qué.
No me acuerdo de lo que pasó el otro día, muchas veces inventa y quiere hacerme creer cosas que no pasaron y... yo no me acuerdo… Ella exagera siempre y quiere hacer creer que yo no la trato bien.
Mira, hace escándalo por nada.
No me deja en paz! Después la gente habla cosas y eso a mí no me gusta.
Tengo que cuidar mi reputación.
La gente me estima, dicen que soy un buen hombre porque quiero y me preocupo por mi familia.
A veces se pone a discutir conmigo por tonterías o quiere hablar, cuando yo no tengo ganas o estoy cansado... y después se queja o anda llorando por allí. !Como quiere que me ponga...!
¿Amigas?, ¿Parientes?, no es bueno. Esa gente le da consejos y la ponen a pelear conmigo. Es mejor tenerlos lejos y verlos de vez en cuando… Yo le he prohibido que salga sola por allí. El hombre tiene que cuidar lo suyo. Quien más ... ! Después la sonsacan y como queda uno! …
Si algún hombre pone de manifiesto cualquiera o gran parte de estas líneas, lleva a sus miembros de la familia a una frustración segura en corto o largo plazo.
¿Enemigo en casa?
Este argumento resume la conducta del agresor: posesivo, celoso, controlador, que actúa como si tuviera todo el derecho para someter, degradar y humillar a su familia y en especial, a su pareja.
Muchos piensan que la pareja es un objeto de su propiedad. Cuando ésta no hace lo que ellos quieren se “rebelan” o los contradicen, se sienten humillados y reaccionan con gritos, ofensas, insultos, golpes.
El maltrato, las agresiones, las transforman en una simple “pelea” cuando se les pregunta qué sucedió.
Los insultos y gritos, son para ellos “problemas de pareja”. Interrumpirla, callarla, ridiculizarla, desmerecerla o hacer comentarios hirientes, son “bromas” que les causa gracia y para ello buscan de aliados a los hijos o los “amigos”.
Tampoco son conscientes del daño que hacen. Simplemente “han puesto en su sitio a la pareja”, siempre por debajo de ellos, “recordándoles” con golpes y maltrato que el es “el que manda”.
Son expertos manipuladores, suelen recurrir a la mentira, minimizan los efectos de su conducta, la justifican y no se reconocen como personas violentas.
Sus sentimientos de inferioridad y su baja autoestima hacen que cualquier “desaire“ o “reclamo” o frustración, se convierta en una ofensa a su persona. Un sentimiento de humillación que quieren evitar a toda costa. Para ello, hacen lo contrario, se sobrevaloran en el hogar y buscan en el maltrato a la pareja, el poder que se les niega en la calle. Por eso las retienen y no quieren perderlas. Las necesitan para desahogarse y la excusa perfecta se la dan cuando a ella “se le ocurre” llevarle la contraria, quejarse o protestar por el maltrato.
La familia debe ser fuente de
soporte, compañía, seguridad y
protección para ti y para los tuyos.
En la familia se da y se recibe el apoyo emocional y el amor tan necesario para un desarrollo saludable y provechoso.
Sin embargo, cuando el abuso, la manipulación, el maltrato y la violencia se instaura como sistema de relación, la familia se ve seriamente lesionada y se convierte en una familia disfuncional.
La comunicación es inadecuada, los mensajes son negativos, desvalorizadores, tergiversados, agresivos. Hay sentimientos de soledad, culpa, temor, resentimiento, resignación, poca motivación, frustración, infelicidad, entre la pareja y los hijos de cualquier edad..
Muchos no saben que este problema es muy común y está muy arraigado en nuestra sociedad, por la educación, la costumbre y la tradición.
Muchos desconocen que esta conducta es una conducta aprendida y que el agresor no conoce otras formas de relacionarse, pues sus complejos, sus problemas y los modelos aprendidos no le han permitido interactuar con su familia en forma pacífica, honesta, armónica, respetuosa.
Muchos desconocen que las consecuencias de
la violencia familiar son traumáticas y causan
trastornos graves y gravísimos en las
personas que la padecen.
¿A qué llamamos violencia familiar?
Se denomina violencia familiar al conjunto de conductas, acciones u omisiones habituales, ejercidas contra la pareja u otro miembro de la familia, con el propósito explícito o no de mantener el control de la relación.
Dichas conductas adoptan formas físicas, psicológicas y/o sexuales, y/o atentan contra las propiedades o individuos relacionados con la pareja u otro integrante de la familia o involucran aislamiento social progresivo, castigo, intimidación y/o restricción económica.
En la violencia familiar, la agresión constituye el estilo de la relación en la pareja y a partir de ella se construyen patrones específicos de comunicación, negociación y resolución de problemas. Siendo la agresión una manifestación de los conflictos que surgen al interior de la familia.
Se distinguen tres tipos de violencia:
Violencia física.
Toda aquella conducta que directa o indirectamente esté dirigida a ocasionar un daño o sufrimiento físico sobre la persona, tales como heridas, hematomas, contusiones, excoriaciones, dislocaciones, quemaduras, pellizcos, pérdida de dientes, empujones o cualquier otro maltrato que afecte la integridad física de las personas, así como toda conducta destinada a producir daño a los bienes que integran el patrimonio de la víctima.
Violencia sexual.
Toda conducta que amenace o vulnere el derecho de la persona a decidir voluntariamente su sexualidad, comprendida en esta no sólo el acto sexual sino toda forma de contacto o acceso sexual o no genital..
Violencia psicológica.
Se presenta en forma de intimidación, amenazas, insultos, control, aislamiento y devaluación de la persona.
Ciertas conductas de maltrato que constituyen violencia psicológica, se tornan cotidianas y son consideradas como algo “natural” y parte de la relación de pareja. La víctima no se da cuenta hasta que el abuso, la manipulación y el maltrato se han instaurado crónicamente en la relación.
Por lo general la toma de conciencia y la búsqueda de ayuda llegan cuando la autoestima ya se encuentra disminuida y gravemente lesionada.
No es común observar comportamientos violentos, al comienzo de la relación.
Durante este período, por lo general los comportamientos son positivos, todo es “color de rosa”, la pareja se percibe perfecta, con la sensación de haber encontrado a su “media naranja”. Las imperfecciones o defectos son minimizados, justificados y vistos como pasajeros, por ambos.
La violencia por lo general se inicia luego de ciertos eventos importantes que provocan cambios en la dinámica familiar, como son: el inicio de la convivencia, durante el primer embarazo, el nacimiento del primer hijo, la infidelidad, entre otros.
Una vez que se inicia el comportamiento violento este es cíclico y repetitivo.
Pasa por tres fases:
1. Acumulación de tensión,
En esta fase agresor acumula tensión. Se muestra nervioso, irritable y no reconoce su enfado. Manifiesta
hostilidad, provocaciones y verbalizaciones ofensivas y agresivas. Comienza con sutiles menosprecios, ira contenida, fría indiferencia, sarcasmos, largos silencios. Pueden aparecer algunos episodios de comportamiento agresivo dirigido más hacia objetos que hacia su pareja (da portazos, arroja objetos, rompe cosas).
2. Explosión violenta
Sigue una descarga incontrolada de las tensiones acumuladas (golpes, insultos, frases hirientes, abuso sexual, entre otras). Luego de la descarga desaparece la tensión y el estrés en el agresor.
Si hay algún tipo de intervención —policía, fiscalía, familiares, amigos— aparenta calma y tranquilidad. Tiende a minimizar y culpar a la pareja diciendo que lo provocó, o que ella es la culpable de la situación. En esta fase los incidentes se tornan periódicos y las lesiones son cada día más graves. Cesa cuando el agresor descarga su tensión o repara en la magnitud del daño causado.
3. Arrepentimiento y reconciliación o “luna de miel”.
Entra luego a una fase en la que el agresor muestra signos de arrepentimiento, se muestra amable, cercano y en ocasiones pide perdón o promete no ejercer más violencia, trata inclusive de reparar el daño. Da señales de amor y consideración y todo es felicidad.
A esta falsa ilusión —”luna de miel”— sigue un nuevo ciclo de tensiones, desde el momento que considera que está perdiendo el control sobre su pareja. Este ciclo se vuelve a repetir una y otra vez.
La violencia familiar ocurre en personas que pertenecen cualquier nivel educacional, económico o social, o de cualquier grupo cultural o religioso, de diferente adscripción política, nación, país.
Se manifiesta además tanto en hombres como en mujeres, aunque es mucho más frecuente en hombres por el estilo de relación patriarcal y machista que todavía prevalece en muchas familias.
También lo podemos observar en hijos a padres y hacia personas mayores y entre otros familiares.
En todos los casos, el patrón de la amenaza de ejercer violencia y su ejercicio dentro de la familia, son conductas aprendidas en su entorno y reforzadas por la violencia en los medios y en la sociedad y por la estructura tradicional de dominación en la familia.
“Así me criaron a mí” , suelen decir muchos.
Nos conducimos y relacionamos de acuerdo a los modelos aprendidos desde nuestra niñez. Junto a estos modelos, existen ciertos mitos, creencias, prejuicios sobre las relaciones interfamiliares que están muy arraigados en la población y nos hacen creer que la familia debe funcionar de acuerdo a ciertos patrones o esquemas que han ido pasando de generación en generación y que han sido consideradas como algo común y “normal” en las relaciones interfamiliares.
Muchas de las conductas aprendidas, al igual que ciertas creencias y mitos, atentan contra el desarrollo autónomo y saludable de las personas y por ello constituyen violencia familiar.
“Así me criaron a mí”, “el hombre es de la calle y la mujer de la casa”, “los trapos sucios se lavan en casa” constituyen ejemplos que la gente utiliza para definir ciertas roles y conductas dentro de las relaciones familiares.
Los mitos, creencias, prejuicios, ideas irracionales son fantasmas que nos confunden, nos esclavizan, nos limitan, no permiten desarrollarnos y detiene nuestro progreso, además permite que los comportamientos manipuladores y violentos se perpetúen.
De allí la preocupación el interés mundial por romper el silencio y combatir estas ideas y creencias que han sido transmitidas de generación en generación y han sido reforzadas en el pasado por la religión, la cultura, la educación y los medios de comunicación; así como los sistemas socio- políticos, pues hasta fechas recientes la mujer para la Ley y la sociedad, era considerada ciudadana de segunda clase, dándole un poder absoluto y sin límites al marido.
Mitos y prejuicios nos confunden y limitan
1. Ella es la que lo provoca. Por algo le habrán pegado.
Realidades: Los comportamientos violentos surgen con motivo y sin motivo. No hay provocación que justifique la violencia. El agresor tiende a negar, justificar o minimizar su conducta y culpar a la víctima o a otros.
2. Son masoquistas. Les gusta que las maltraten.
Realidad: A nadie le gusta que lo maltraten o lo golpeen. En la mayoría de los casos la víctima no encuentra salida para su situación Ha perdido el control de su vida y está tan traumatizada que se paraliza y no reacciona. El agresor le ha “lavado el cerebro” y la convence de que ella lo “provocó” . La ha sugestiona para que crea que es ella la culpable.
3. El maltrato psicológico no es tan peligroso como el físico.
Realidad: Los actos violentos se inician con actos de hostilidad, provocaciones y verbalizaciones ofensivas y/o degradantes que se hacen habituales y progresivas hasta la descarga incontrolada de una agresión física o sexual. El maltrato psicológico causa un estrés de grandes proporciones, similares a los que soportan víctimas de secuestro o en Lesiones, enfermedades físicas y psicológicas causadas por el maltrato ejercido contra la mujer y los hijos, aún
predominan sobre casos de violencia callejera, situación de rehén y tiene consecuencias graves, gravísimas, reversibles y no reversibles, en las personas que lo padecen.
4. “Los trapitos se lavan en casa” y “lo que ocurre en casa ajena a nadie le interesa”.
Realidad: El fenómeno de la violencia es un problema de todos: familia, amigos, vecinos, comunidad, gobierno. La violencia es una conducta aprendida y el silencio y la no intervención agravan el problema, lo perpetúan pues se repite en otras generaciones o en otras relaciones de pareja; se desplaza, pues la víctima también arremete contra los hijos y estos con-tra hermanos menores, personas mayores, mascotas; y se expande, pues se repite en la escuela, en el trabajo, en el vecindario.
5. Si el hombre trabaja, trae dinero a la casa, y es bueno con los hijos, la mujer no debe exigir más.
Realidad: Esto constituye maltrato y no tiene justificación. Las relaciones de pareja deben caracterizarse por la igualdad, respeto mutuo y compartir deberes y responsabilidades, además de enfrentar los conflictos de manera constructiva buscando el beneficio de todos los integrantes de la familia. Nadie tiene derecho a imponer su voluntad o sus decisiones.
6. Si la esposa aguanta las reacciones violentas del marido, con el tiempo la relación mejorará.
Realidad: La conducta violenta es progresiva y cíclica. Si la víctima no habla de su problema y busca ayuda es probable que la violencia y el maltrato empeoren y nunca mejore.
7. La mujer debe de aceptar tener relaciones sexuales con su pareja así ella no quiera. La violación no es un delito cuando se trata de la esposa. “La esposa tiene que cumplir con sus obligaciones”
Realidad: La mujer tiene derecho a decir que no cuando no quiera tener relaciones sexuales con el marido. Toda conducta que amenace o por costumbre, tradición y educación, en sociedades como la nuestra, la violencia es generalmente utilizada en los conyugues. No tomar en cuenta el derecho de la esposa a decidir voluntariamente su sexualidad es considerado un delito.
8. El agresor es una persona que padece algún tipo de enfermedad mental.
Realidad: El agresor no es un enfermo. Es una persona con baja autoestima que se descontrola fácilmente y da paso a la ira. Generalmente no tiene la intención de hacer daño, pero quiere someter y controlar la relación familiar. Sin embargo es responsable de sus actos y ante la Ley está cometiendo una falta o un delito.
Los mitos, creencias, prejuicios e ideas irracionales, son fantasmas que nos confunden, nos esclavizan, nos limitan, no nos permiten desarrollarnos y detienen nuestro progreso.
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